GENERACIÓN. COM
POR UNA PROPUESTA EVANGELIZADORA EN EL UNIVERSO DE LOS JÓVENES

I.- INTRODUCCIÓN

La última generación del siglo XX fue bautizada como Generación X por un escritor norteamericano, Douglas Coupland, que con ello pretendía sugerir la indefinición vital y la ambigüedad ideológica del post-68 . ¿Cómo bautizar a los jóvenes que penetran hoy este territorio? ¿Cómo denominar hoy a la primera generación del siglo XXI?.
Resultan ya casi tópicas las afirmaciones de que “nos encontramos en medio de un cambio cultural” sin precedentes históricos y que tal cambio, en gran medida, es producto del impacto de las nuevas comunicaciones y de los nuevos lenguajes.
Será necesario, por tanto, realizar un análisis – aunque sea somero y sucinto – de esta realidad y del contexto socio-cultural de nuestra sociedad que tiene una singular incidencia en la generación más joven.
Adentrarse en este universo lleva consigo una serie de riesgos y de oportunidades que se deben seleccionar adecuadamente.
La intención de estas páginas no es escribir un mero análisis de los jóvenes de hoy, sino más bien adentrarse en las coordenadas que sustentan y caracterizan su universo y proponer un itinerario evangelizador que nos ayude a cambiar de botones en la praxis cristiana con jóvenes.
La galaxia digital ha impuesto una especie de código de velocidad a la comunicación. La velocidad de la galaxia digital o electrónica, en la segunda mitad del siglo XX, ha sido tan rápida y vertiginosa, que ya no es evolución, sino una auténtica revolución. Ello, no sólo por el hecho de constante alteración interna, sino por las consecuencias inesperadas, llenas de novedad y, en gran medida, totalmente imprevisibles y radicales.
Y es ahí donde la Iglesia debe repensar su propuesta y ofertar una metodología que permita una nueva codificación/descodificación en las tareas evangelizadoras.
Desde este nuevo y novedoso contexto es necesario apuntarse a la luz que hoy necesitamos. Lo que se ha de hacer es buscar con humildad y confianza escuchando “lo que el Espíritu nos está diciendo a las Iglesias” (Ap. 2,7).

II.- GENERACIÓN @. Del mundo joven a la galaxia digital

1.- A modo de torbellino …….
En 1998, Don Tapscott, uno de los profetas de la revolución informática, publicó un estudio dedicado a la Generación Red . Para este autor, así como para los baby-boomers de posguerra que protagonizaron la revolución cultural de los años sesenta basada en la emergencia de los mass-media y de la cultura rock, los niños de hoy son la primera generación que llegará a la mayoría de edad en la era digital. No se trata sólo de que sean el grupo de edad con el máximo acceso a los ordenadores y a Internet, ni que la mayor parte de sus componentes vivan rodeados de bites, chats, e-mails y webs, sino que lo esencial es el impacto cultural de estas nuevas tecnologías: desde que tienen uso de razón han estado rodeados de instrumentos electrónicos (desde videojuegos hasta relojes digitales), que han configurado su visión de la vida y del mundo .
Mientras en otros momentos la brecha generacional venía marcada por grandes acontecimientos históricos (la guerra civil, mayo del 68) o bien por rupturas musicales (los Beatles, los Sex Pistols…..), ahora se habla de la generación bc (before computer) y ac (after computer). Eso genera nuevas formas de protesta, como se pudo comprobar en las convocatorias de los movimientos antiglobalización y origina , a la vez, nuevas formas de exclusión social que podríamos llamar cibernéticas (¡para acceder a la red hace falta tener la clave de acceso!).
Huelga decir que las generaciones no son estructuras compactas, sino sólo referentes simbólicos que identifican vagamente a los agentes socializados en unas mismas coordenadas temporales. Desde esta perspectiva, el concepto de Generación @ pretende expresar tres tendencias de cambio que intervienen en este proceso: en primer lugar, el acceso universal –aunque no necesariamente general- a las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación ; en segundo lugar, la erosión de las fronteras tradicionales entre los sexos y los géneros, y en tercer lugar, el proceso de globalización cultural, que conlleva necesariamente nuevas formas de exclusión social a escala planetaria .
De hecho, el símbolo @ es utilizado por muchos jóvenes en su escritura cotidiana para significar el género neutro, como identificador de su correo electrónico personal y como referente espaciotemporal de su vinculación a un espacio global (vía chats por Internet, viajes por Interrail o audiciones por la MTV) . Ello se corresponde con la transición de una cultura analógica, basada en la escritura y en un ciclo vital regular (continuo), a una cultura digital, basada en la imagen y en un ciclo vital discontinuo (binario) .
a.- Espacio globalizado:
La juventud fue uno de los primeros grupos sociales en globalizarse: desde los años sesenta, los elementos estilísticos que componen la cultura juvenil (de la música a la moda) dejaron de responder a referencias locales o nacionales, y pasaron a ser lenguajes universales, que gracias a los medios de comunicación llegaban a todos los rincones del planeta . El último tercio del siglo XX no ha hecho más que consolidar este proceso: la ampliación de las redes planetarias (de los canales digitales de televisión a Internet) y las posibilidades reales de movilidad (del turismo juvenil a los procesos migratorios) han aumentado la sensación de que el reloj digital se mueve al mismo ritmo para la mayor parte de los jóvenes del planeta (al menos los vinculados a Occidente, aunque sea de manera subalterna). Sin embargo, ello no significa que el espacio local haya dejado de influir en el comportamiento de los jóvenes: a menudo lo global realimenta las tendencias centrípetas (como sucede, por ejemplo, con el renacimiento de movimientos independentistas entre los jóvenes catalanes o vascos) .
b.- Tiempo virtual:
Mientras el espacio se globaliza y deslocaliza de forma paralela, el tiempo se eterniza y se hace más efímero de forma sucesiva. Vivimos en la era de los microrrelatos, de las microculturas y de los microsegundos. Pocas imágenes pueden representar mejor la fugacidad del presente como la noción de “tiempo real” con la que los noticieros televisivos o cibernéticos nos comunican que un suceso, una transacción económica, un Chat o un record deportivo están sucediendo. Pero, al mismo tiempo, esta extrema fragmentación de los tiempos de trabajo y de los tiempos de ocio prefiguran la posibilidad del tiempo virtual. Esta concepción se caracteriza, por una parte, por la simultaneidad extrema, es decir, por la inmediatez con que fluye la información (que permite que las mismas músicas, modas y estilos sean interiorizados por jóvenes de todo el planeta al mismo tiempo) . Pero, por otra parte, implica también una extrema atemporalidad, en la medida en que los nuevos medios se caracterizan por los “collages” temporales, la hipertextualidad, la creación de momentos artificiales, míticos y místicos (como los que permiten experimentar los juegos de realidad virtual, las fiestas rave o las nuevas religiones electrónicas).
En efecto, las culturas juveniles emergentes exploran el planeta y toda la historia de la humanidad, componiendo hipertextos con infratextos de orígenes diversos (mezclando la cultura rap de los guetos norteamericanos con música electrónica creada en el Extremo Oriente). El uso recurrente de la telefonía móvil por parte de los jóvenes sería otro ejemplo de esta temporalidad virtual, pues añade flexibilidad a las conexiones personales y crea vínculos sociales sin que sea preciso el contacto físico inmediato. Pero también correspondería al mismo modelo otro factor que influye de manera mucho más determinante en la vida de los jóvenes: la precarización del empleo y sus consecuencias económicas y culturales .
c.- Sedentarismo:
Un espacio sin fronteras (o con fronteras tenues), un espacio desterritorializado y móvil, se corresponde con un tiempo sin ritos de paso (o con ritos sin paso), un tiempo ucrónico y dúctil. Vivir la juventud ya no es – como en el complejo de Tarzán – transitar de la naturaleza a la cultura, ni tampoco – como en el complejo de Peter Pan – resistirse a la adultez, sino experimentar la enrancia del destino incierto – como en el complejo Replicante, tomado del humanoide de Blade Runner, que se rebela porque no tiene memoria del pasado. Para los jóvenes de hoy, ello significa migrar por diversos ecosistemas materiales y sociales, mudar los roles sin cambiar necesariamente el status, correr mundo regresando periódicamente a la casa de los padres, hacerse adulto y volver a la juventud cuando el trabajo se acaba, disfrazarse de joven cuando ya se está casado y se gana tanto como un adulto, viajar de aquí para allá sin por ello renunciar a la identidad localizada que corresponde a una nueva solidaridad de base .

2.- A modo de metáfora …….
No sólo el tiempo construye socialmente lo juvenil; también la juventud construye socialmente el tiempo, en la medida que modela, readapta y proyecta nuevas modalidades de vivencia temporal. Se debe precisar que el modelo propuesto no debe interpretarse como un esquema evolutivo, sino como una metáfora transversal para interpretar la complejidad contemporánea con relación a las concepciones del tiempo. Desde esta perspectiva, puede servir para analizar las interconexiones e hibridaciones entre diversas modalidades del ciclo vital que se solapan en distintas instituciones de una misma sociedad, o en diferentes escenarios de una misma biografía.
Para retomar la metáfora desde otra perspectiva – esta vez cinematográfica -, se puede proponer distinguir tres grandes modelos o síndromes que corresponderían a tres tipos diferentes de narraciones sobre los jóvenes, de “relatos juveniles” .

a.- El síndrome de Tarzán:
Este primer modelo fue inventado por Rousseau a finales del siglo XVIII y perduró hasta mediados del siglo XX. Según este modelo, el joven sería el buen salvaje que inevitablemente se tiene que civilizar; un ser que contiene todos los potenciales de la especie humana, que aún no ha desarrollado porque se mantiene puro e incorrupto. Frente a la edad adulta manifiesta el mismo desconcierto que Tarzán hacia la civilización : una mezcla de fascinación y miedo. ¿Se debe mantener al adolescente aislado en su selva infantil, o se debe integrar en la civilización adulta? .
Se trata de un relato de juventud – de una odisea textual – que narra el paso de la cultura oral a la cultura escrita – a la Galaxia Gutenberg.
b.- El síndrome de Peter Pan:
Este modelo fue inventado por los felices teenagers de posguerra, y aconteció hegemónico en la segunda mitad del siglo XX gracias, en buena parte, al potencial de la sociedad de consumo y del sistema neoliberal. Según este modelo, el joven sería el nuevo sujeto revolucionario – o el nuevo héroe consumista -, que se rebela contra la sociedad adulta y se resiste a formar parte de su estructura: es mejor ser, o parecer, joven que mayor. Las lentas transiciones frente a la edad adulta, el proceso acelerado de escolarización, la creación de microsociedades adolescentes – tanto en la educación como en el ocio -, el aumento de la capacidad adquisitiva de los jóvenes, la desaparición de los rituales de paso hacia la edad adulta, la emergencia de tribus y subculturas juveniles serían los rasgos característicos de un modelo de inserción “mecánica” en la sociedad.
Se trata de un relato de juventud – de una odisea contextual – que narra el paso de la cultura escrita a la cultura visual – a la Galaxia McLuhan.
c.- El síndrome de Blade Runner:
Este modelo emerge a finales del siglo XX y está llamado a surgir como hegemónico en la sociedad futura. Como los Replicantes de las películas de Ridley Scott, los jóvenes son seres artificiales, medio robots y medio humanos, escindidos entre la obediencia a los adultos que los han engendrado y la voluntad de emanciparse. Como no tienen memoria, no pueden tener conciencia, y por eso no son plenamente libres para construir su futuro. En cambio, han estado programados para utilizar todas las potencialidades de las nuevas tecnologías, y por eso son los más bien preparados para adaptarse a los cambios, para afrontar el futuro sin los prejuicios de sus progenitores. Su rebelión está condenada al fracaso: sólo pueden protagonizar revueltas episódicas y estériles.
Como los Replicantes, los jóvenes tienen todo el mundo a su alcance, pero no son amos de sus destinos. Y como Blade Runner, los adultos vacilan entre la fascinación de la juventud y la necesidad de exterminar la raíz de cualquier desviación de la norma. El resultado es un modelo híbrido y ambivalente, a caballo entre una creciente infantilización social, que se traduce en dependencia económica, falta de espacios de responsabilización, y una creciente madurez intelectual, que se expresa en el acceso a las nuevas tecnologías de la comunicación, a las nuevas corrientes estéticas e ideológicas….
Conviene recordar que los tres modelos no se han de entender como tipos contrapuestos de un modelo evolutivo, sino como modalidades de interacción entre jóvenes y sociedades que pueden convivir en un mismo espacio-tiempo, en el seno de diferentes instituciones que condicionen la vida de los jóvenes. Se trata de un relato de juventud – de una odisea hipertextual – que narra el paso de la cultura visual a la cultura multimedia – a la Galaxia Internet.

3.- Con tres desafíos …..
Si hacemos caso a lo que dice la sociología descriptiva, podríamos destacar tres valores fundamentales en los jóvenes de hoy que podemos leer como otras tantas oportunidades de diálogo, como tres desafíos a lo que pretendemos con esta aproximación a las nuevas generaciones. En cada uno hay un intento de describir lo que significa, dejando claro su ambigüedad y reconociendo, por supuesto, su valía y lo que tiene de interpelación.
a.- Freedom:
En primer lugar, está el deseo de ser libres. Desde siempre los jóvenes han simbolizado el ímpetu de la libertad, pero también es cierto que la juventud de hoy ofrece unas características peculiares: han nacido y crecido en la democracia, en libertad (los que nacieron en 1975 tienen 28 años). No conocen otro horizonte político ni otro entorno cultural. Y, como además, viven, sin las penurias económicas de décadas pasadas, su libertad implica también la posibilidad de ejercer el consumo con bastante eficiencia .Valoran profundamente la libertad, hasta el punto de no poder imaginar una vida en la que ella esté ausente; pero en realidad no está claro que la ejerzan, en parte quizá porque la dan por supuesta, no han tenido que luchar por ella .
La ambigüedad en el modo juvenil de situarse ante la libertad es clara: una libertad a la carta, centrífuga, sin compromisos estables, desvinculada del bien común… Una libertad-de, pero no una libertad-para. Una libertad sin proyecto propio, víctima fácil de todo tipo de manipulación.
b.- Surf:
Tener experiencias: otro de los valores esenciales de los jóvenes. Romper el aburrimiento, hacer algo, vivir lo instintivo, hacer caso a los impulsos inmediatos, disfrutar, no tener que dar razones para hacer lo que me apetece ….. eso es un valor para los jóvenes (por mucho que a los adultos pueda desconcertarles o molestarles). Ahí están los deportes de riesgo o de aventura, la pluralidad de experiencias sexuales, la “nueva generación” de drogas, el interés por experiencias religiosas diferentes, los nuevos juegos animados por ordenador ….
Alguien ha dicho que los jóvenes actuales no se orientan por brújula, sino por radar . Es decir, que no tienen norte fijo al que seguir, sino que más bien experimentan distintas cosas, pruebas, reciben estímulos diversos ….y, a partir de ahí, intentan sacar sus propias conclusiones provisionales para seguir avanzando.
Obviamente, este hecho tiene también unas consecuencias dramáticas para los propios jóvenes, pues al verse sometidos a un nivel tal de excitación (sobreexcitación), encuentran cada vez más difícil acceder a alguna experiencia gratificante. La dinámica de buscar experiencias siempre nuevas y cada vez más llamativas corre veloz de la mano acechante del desencanto.


c.-Conectados:
Quizá el símbolo juvenil por excelencia de este momento sea el teléfono móvil. Se ofrece al joven la oportunidad de estar conectado con sus amigos, de mandarles un mensaje, de “darles un toque” (aunque el contenido sea en sí insustancial; lo importante es la sensación de saberse conectados).
En medio del anonimato (y de la soledad), el teléfono móvil, las macrofiestas, Internet, el correo electrónico, los conciertos de música de pop y, especialmente, los macrofestivales veraniegos, el “chateo”, el botellón o los programas interactivos de televisión ofrecen otras tantas oportunidades de encontrarse con otros, de sentirse acompañado, de experimentar vínculos (aunque sean virtuales).
Es posible que se asista a la emergencia de una nueva manera de “estar juntos”. Es posible que se asista a la emergencia de un verdadero ideal comunitario .
Es cuestión de preguntarse si ante todos estos retos, la Iglesia y los agentes de pastoral están preparados o están ofreciendo una verdadera experiencia del Misterio en el universo de los jóvenes o más bien siguen ofertando sólo ideas, historias sin contenido o buenos deseos . Viendo las respuestas que se están dando nos podemos preguntar si se está a la altura de las circunstancias, o si más bien se está reaccionando con miedo, dejadez, ingenuidad o derrotismo .

III.- ¿IGLESIA CONECTADA O IGLESIA QUE NAUFRAGA?

Ante esta “fotografía difuminada” de los jóvenes de hoy que hasta ahora hemos procurado realizar, uno se siente como el meteorólogo que tiene cierta envidia del topógrafo, porque los resultados de las investigaciones de este último sólo varían de glaciación en glaciación, mientras que los suyos propios, siempre oscilantes e imprecisos, pierden vigencia cada pocas horas. Algo así sucede quien trabaja pastoralmente con los jóvenes: su radiografía, trabajosamente obtenida a través del contacto directo con ellos y la lectura de sabios informes sociológicos, caduca, como mucho, a los cinco años. Y la situación es aún más compleja porque estas mutaciones o perturbaciones de corto plazo se producen en el contexto más amplio del verdadero “cambio climático” que está teniendo lugar en el terreno cultural. Es imposible describir este vasto fenómeno que condiciona de forma radical la actitud ante la fe de nuestros contemporáneos, pero no podemos dejar de tenerlo en cuenta .
El asunto que nos preocupa es saber si Dios no llama, si los jóvenes no se conectan o si se encuentra estropeado o saturado el medio de comunicación; nos preocupa qué tipo de conexión tiene y establece la Iglesia y los agentes de pastoral con el universo joven; si su conexión es de baja intensidad o está bloqueada por diversos motivos y causas.
Nos detendremos en las dificultades que encuentran los jóvenes para acceder a la experiencia religiosa. Evidentemente, el mundo de los jóvenes y la riqueza que encierra es mucho más amplio que el referido a estas dificultades que, sin embargo, serán por necesidad centro de nuestra atención. . Por otra parte, es necesario dejar claro que los jóvenes son en cierta medida más víctimas de una situación que responsables de la misma. Sus posiciones reflejan sin disimulo valores y actitudes que, muchas veces, están profundamente enraizados en las generaciones adultas. Está claro que los problemas de conexión con la Iglesia no son exclusivamente juveniles, sino que van más allá, aunque en los jóvenes adquieren una tonalidad particular.

1.- ¿Tenemos, somos, son ….. un problema?
Son muchos los que afirman que la Iglesia de finales del siglo XX ha perdido definitivamente a los jóvenes y son muchos los que tienen una gran lejanía de la institución eclesial. Muchos jóvenes se sienten distantes, pero también experimentan la lejanía de la Iglesia respecto de sus problemas, de su universo, de sus deseos e intereses. Hay un desafecto juvenil que tiene su reflejo en la ausencia cada vez más generalizada de los jóvenes en los ámbitos de Iglesia .
¿Cuál es el origen de este progresivo alejamiento, de esta incomunicación cada vez más sentida? ¿De quién es la responsabilidad: de la Iglesia; de la manera en que la comunidad cristiana vive su religiosidad; de la indolencia juvenil ….? La complejidad de las preguntas hará complejas las respuestas.
Precisamente, esta complejidad nos lleva también a constatar que, junto a tantos jóvenes que viven en la desconexión eclesial, hay otros que “reaccionan” con cercanía y apertura a la propuesta eclesial . La Iglesia ve en ello el inmenso potencial de generosidad y futuro que supone para la sociedad y la Iglesia, y pide un esfuerzo renovado a todos los agentes de pastoral por el cuidado de una juventud que reacciona con prontitud a tales invitaciones. ¿Se trata de un fenómeno exento de ambigüedad? .
Asumiendo cada uno sus propias responsabilidades, ¿no será que nuestros procesos catecumenales y de socialización eclesial apenas han logrado provocar en los jóvenes experiencias que fundamenten su adhesión? ¿Se ha logrado una real “evangelización” de los jóvenes? ¿Se ha dado una real “iniciación”? Miles de adolescentes y jóvenes han pasado por el proceso catecumenal de la Confirmación; pero sus resultados pueden ser calificados como paradójicos o, al menos, como muy diversificados. Por un lado, los jóvenes “asisten” a las catequesis; por otro, el “objetivo pastoral” sería el paso del catecumenado juvenil de Confirmación a la inserción eclesial de jóvenes. En algunos casos así ha sido, pero en la mayoría lo que se constata es la desbandada general.En realidad, ¿qué hemos hecho? ¿cuál es el papel que estamos llamados a jugar como comunidad cristiana para convertir este tiempo inclemente en oportunidad? .
Lo que se constata es que a la inmensa mayoría de los jóvenes les importa muy poco los asuntos religiosos o la Iglesia. Sus centros de interés se encuentran en otros ámbitos y, mayoritariamente, no frecuentan ya los espacios eclesiales. Las convicciones religiosas (que muchos poseen) apenas inciden en el modo de vida, los valores y las actitudes globales que mantienen los jóvenes y a pesar de todo, no han eliminado de su imaginario ni el concepto de Dios, ni las creencias religiosas, ni la sensibilidad para el lenguaje simbólico. Eso sí, practican un gran eclecticismo en este campo .
Todas estas constataciones ponen de relieve las dificultades que ha de afrontar la labor evangelizadora de la Iglesia en el espacio juvenil, pero no su imposibilidad. En Occidente nos encontramos ante un cambio radical religioso y pastoral que podríamos formular así: hemos pasado de la búsqueda de una mejor respuesta a la inquietud religiosa, a la preocupación por la ausencia de la misma pregunta.
Si se da actualmente entre los jóvenes “un soberano desinterés por la religión y el sentido religioso” , podríamos preguntarnos: ¿es que Dios ya no habla? . Pero, ¿no podría ocurrir que Dios hablara y que los jóvenes no escucharan? o será que hay un problema de falta de cobertura de la “empresa de comunicaciones”, es decir, que hay una grave incapacidad de la Iglesia para llegar a los mundos vitales de los jóvenes con un mensaje claro y audaz.
No podemos dar una contestación sencilla a los interrogantes planteados. Afrontamos un fenómeno extraordinariamente complejo. Pero, en medio de tanta nebulosa trataremos de descubrir caminos de encuentro y conexión evangelizadora en y desde la comunidad eclesial.
2.- La Iglesia, ¿”icono” sin valor?
En lenguaje informático “icono” significa “la representación gráfica de un objeto, es decir, de una imagen. Todos los objetos de un Sistema Operativo (unidades, ficheros,programas …..) o un programa de ordenador (copiar,pegar archivo nuevo ….) tienen asociado un icono que los distingue y que no es más que un dibujo o imagen que representa a dicho objeto o aplicación”.
Aplicando esta definición a la Iglesia podemos decir – valga la osadía – que ella también tiene un “icono” en la gran pantalla de la humanidad; un “icono” que es signo de Dios y de su Amor a los hombres.
Pero, sucede que este “icono” tan valioso no es “pinchado” demasiado por los jóvenes y representa tantas veces para ellos una “imagen” sin valor. En la pantalla de sus intereses les atraen más otros “iconos” (dinero, éxito, relaciones,sexo, familia, ocio …..) y relegan a la Iglesia a cotas bajas de confianza y significatividad .
Es paradójico que una institución que se define como portadora de una Buena Noticia o como Signo de Salvación, sea percibida por los jóvenes fundamentalmente como Vieja Costumbre. En el imaginario juvenil, la Iglesia aparece como una organización de adultos y mayores, milenaria en historia, seria en su talante, rígida en su estructura y tradicional en sus valores. Poco importa que estos estereotipos sean objetivos y reflejen fielmente la realidad o incluso la distorsionen. De hecho, muchos jóvenes han tenido también contactos muy positivos con instituciones eclesiales a un nivel cercano (barrio, parroquia,colegio, grupos). Lo cierto es que los imaginarios operan de manera muy eficaz, generando actitudes de interés o desinterés, de acercamiento o de rechazo.
La tarea de la Iglesia en este nuevo contexto cultural y religioso en el que faltan las preguntas no puede ser sino suscitarlas, mostrando con su propia existencia que la vida es mucho más de lo que la sociedad de consuma postula y aplaude.
Con extraordinario acierto, Pablo VI escribió en la encíclica Evangelio nuntiandi: “La Buena Nueva debe ser proclamada, en primer lugar, mediante el testimonio. Supongamos un cristiano o un grupo de cristianos que, dentro de la comunidad humana donde viven, manifiestan su capacidad de comprensión y de aceptación, su comunidad de vida y de destino con los demás, su solidaridad en los esfuerzos de todos en cuanto existe de noble y bueno.Supongamos que además irradian de manera sencilla y espontánea su fe en los valores que van más allá de los valores corrientes …… A través de este testimonio sin palabras, estos cristianos hacen plantearse a quienes contemplan su vida interrogantes irresistibles. ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de esa manera?..... “ .
Y, ¿quién puede realizar ese anuncio? Aquellos cristianos y aquellas comunidades que tienen una experiencia gozosa y liberadora de la fe, capaces de percibir su carácter atrayente y hasta fascinante, su belleza y fecundidad. Aquellos que son convertidos, es decir, los que han experimentado que Dios les ha salido al encuentro en Jesús, los ha llamado y han respondido con fidelidad gozosa . ¿Existen en la Iglesia esas personas y comunidades de modo suficiente?
En la relación Iglesia-jóvenes se percibe una especie de amor no correspondido: ¿Incluso despechado? ¿O sería mejor hablar de “divorcio asimétrico” como hace Javier Elzo ?. La Iglesia piensa, con razón, que ha dedicado muchas personas y esfuerzos al servicio de los jóvenes:colegios, talleres,campamentos,grupos de catequesis, universidades, asociaciones, ONGS ….. Sin embargo, llegado un momento, éstos prefieren mayoritariamente no permanecer en sus espacios o hacen caso omiso a sus propuestas. ¿Por qué?
Las dificultades de los jóvenes con la Iglesia se deben a problemas propios como a ajenos. Es cierto que muchos jóvenes, identificados con la mayoría de los valores postmodernos, rechazan la participación en ámbitos compartidos con adultos; no aceptan los espacios exclusivamente estructurados, no quieren establecer vínculos o compromisos estables; difícilmente toleran los sacrificios derivados de cualquier actividad colectiva y rehúyen los grupos en que se plantean exigencias fuertes o son poco divertidos. Pero no es menos cierto que en la Iglesia perciben una serie de contravalores : su imagen global (particularmente la que muestran los medios de comunicación social), el ambiente relacional, el modelo de organización en su seno, algunas de sus normas morales ( en especial las referidas al campo de la sexualidad) …., resultan muy poco atractivas, cuando no disuasorias, para muchos jóvenes. Y, teniendo en cuenta que la pertenencia eclesial no es cuestión ya de obligación o control social y, menos aún, de temor religioso, los jóvenes no permanecen allí donde no están a gusto o donde no encuentran algo que consideren más interesante que en otros lugares.
Utilicemos una imagen para entender esta relación Iglesia/jóvenes; la imagen de la madre. La buena madre es aquella que proporciona a sus hijos apoyo incondicional, estimula y alimenta sus capacidades con una exigencia razonable y sin paternalismos, establece unos límites mínimos de respeto a los demás y frente a los peligros de la vida, ofrece criterios y valores para desarrollarla en plenitud a través del diálogo y reconoce el derecho de sus hijos a elegir en libertad favoreciendo su madurez y autonomía. Creemos que los jóvenes de hoy están profundamente necesitados de todas estas experiencias, pero,…… ¿las encuentran en los ámbitos eclesiales?
La Iglesia les parece, muchas veces, una de esas madres chapadas a la antigua que se pasan la vida lamentando que los hijos no pisen por casa y que, cuando éstos aparecen, no paran de decirles: “cuidado con los sofás que son nuevos”, “no manches la alfombra”, “vaya horas de llegar a casa”, “no molestes a tu padre”, “menuda pinta llevas con esa ropa”, “baja el volumen de la música”. Todo ello, claro está, dicho por el bien de sus hijos y como expresión de preocupación y de amor.
Otras veces la Iglesia, como por otra parte tantos padres actuales, está ausente. Muchos jóvenes no han llegado a tener ningún contacto efectivo con ella y sustituyen la relación real por la que tienen con la visión dominante en el imaginario social. El abanico de tópicos es inmenso y hace que muchos jóvenes consideren a la Iglesia como una institución reaccionaria e inmovilista, rancia y obsoleta.
A algunos grupos juveniles de la Iglesia les ocurre como a esos chavales que tratan a su madre (ejemplo de paciencia y tolerancia) como “mi vieja” y continúan viviendo en el hogar familiar, pero sin apenas relación real con el resto de la familia. “Su cuarto” (cuya estética nada tiene que ver con la del resto), en lugar de ser una habitación más de la casa, parece la residencia de algún “ocupa” instalado por sorpresa. El chico o chica se encuentra tan a gusto, pero la unidad humana familiar se encuentra rota. Muchos procesos de pastoral de jóvenes han mantenido a sus protagonistas en una burbuja artificial ajena a la realidad comunitaria normal y, cuando se ha iniciado el intento de integrar a los grupos juveniles en la comunidad adulta, no ha sido posible. Para que en el futuro los jóvenes ocupen su lugar en la Iglesia, tendremos que decorar la casa entre todos, para todos, y no unos u otros, nos podamos sentir a gusto, distintos y complementarios .
¿Tendrá la Iglesia el coraje de salir de sí misma, abandonando muchas de sus actitudes y seguridades, para aventurarse creativamente en el mundo de los jóvenes?.


IV .- WWW.BUENANUEVA.COM

Más allá de los muchos que se dicen “creyentes y no practicantes”, en España, un millón y medio de jóvenes entre 15 y 29 años se consideran de verdad cristianos. Son los chicos y chicas de la Confirmación, los de las distintas asociaciones y movimientos de pastoral juvenil, los de pequeñas comunidades cristianas…. Más o menos vinculados a ciertos elementos de referencia, pero –por desgracia – sin demasiadas agarraderas para mantener viva y operante su identidad. Sólo unos 200.000, de entre 15 y 24 años, están asociados en grupos de “tipo religioso”. Si ya se habla de “agotamiento de la socialización religiosa”, de no hacer una apuesta seria por atender a este grupo de jóvenes cristianos … la transmisión de la fe sufriría un serio revés en la actual generación juvenil. No vienen demasiado a la Iglesia; hará falta, pues, ir a su encuentro.
Aun siendo plenamente conscientes de la “asimetría” presente en todo proceso de “educación a la fe”, será necesario hacer una clara apuesta por transitar la senda del “creer en” – confiar en sus posibilidades, contar con sus propuestas y respuestas …. – y “creer con “ ellos y ellas – reconstruir y vivir la fe codo con codo con los jóvenes -.
Habrá que empezar, pues, saliendo a su encuentro y acogiéndolos incondicionalmente. A partir de ahí y sin chantajes de ningún tipo …. tendremos que escucharnos mutuamente. No será fácil para muchos de nosotros comprobar cómo nos obligan a revisar, si atendemos en serio a sus demandas, no pocas formulaciones de la fe y otras tantas prácticas religiosas . Tampoco a los jóvenes les resulta sencillo desenmascarar esa realidad que, en no pocas ocasiones, han inventado a su gusto.Pero de ese modo, todos podremos irnos convenciendo de que es necesario abrir caminos de encuentro, proyectos auténticamente evangelizadores y apuestas decididas y valientes.
No hay más remedio que abrir e inaugurar “redes” henchidas de Evangelio y utopía en el trabajo pastoral con y por los jóvenes.

1.- Una red evangelizadora y llena de bienaventuranza
No se debe transmitir una sensación de pesimismo o desesperanza respecto a la posibilidad de anunciar la Buena Noticia de Jesús a los jóvenes en nuestra sociedad, aunque es muy sano identificar las principales dificultades que conlleva esta misión. Desde la convicción de que el Evangelio aporta algo decisivo que ninguna otra propuesta es capaz de ofrecer al ser humano y de que la difusión de los valores del Reino puede contribuir a hacer de nuestro mundo más justo y fraterno, intentemos descubrir caminos que puedan hacer posible el restablecimiento de una comunicación que, en el fondo, no es cosa exclusivamente nuestra, sino del Espíritu de Dios y de su fuerza liberadora.
Por eso, la Iglesia, antes que nada, debería ser un espacio comunitario en el que, permanentemente, se alimentaran tres experiencias fundamentales e interdependientes: la de la fe en el Dios Padre que nos anunció Jesús, la del compartir la vida con los hermanos y la del compromiso por la justicia y la fraternidad en el mundo.Experiencias de fe, amor y esperanza que, por su carácter alternativo en la sociedad actual, requieren un largo proceso de iniciación que sólo será posible si existen personas con una fuerte experiencia creyente y capacidad testimonial, si se desarrollan pedagogías adecuadas para confrontar a las personas con su realidad más radical y el Evangelio, y si proliferan los espacios comunitarios en los que hacer, de ese itinerario, un camino compartido y evangelizador.
Más en concreto, puede ser oportuno esbozar algunas pistas que ayuden a resituar la labor evangelizadora de la Iglesia en el mundo de los jóvenes :
a.- La tarea prioritaria que hoy se plantea en la pastoral de jóvenes consiste en ayudarles a despertar a la realidad y a criticar los sucedáneos de salvación que se les presentan por doquier: interrogar, provocar, denunciar, analizar, contemplar, profundizar, buscar alternativas. Las iniciativas que se orientan a recuperar la profundidad y seriedad de la vida y los interrogantes que ésta plantea deberían ocupar un lugar destacado en una Iglesia que se sienta escuela de lucidez e iniciadora a la experiencia de la trascendencia en lugar de administradora de lo sagrado o integradora de personas de orden en la sociedad .
b.- Estamos en la época de la comunicación interactiva, no unidimensional: escuchar , dialogar, buscar juntos, compartir, facilitar la participación y la expresión. Son actitudes ineludibles para convertir a la Iglesia en un lugar habitable y en un espacio samaritano. Es necesario crear espacios y momentos de profunda corresponsabilidad y creatividad.
c.- Hemos de crear lenguajes compatibles y permutables. Con frecuencia esperamos que nos entiendan usando un vocabulario que no tiene vigencia social . Para comunicar hay que usar el lenguaje del destinatario: el audiovisual, el escrito y el oral. Estos últimos fueron dominantes en el pasado para la transmisión de la fe y siguen siendo necesarios. Sin embargo, el lenguaje que domina nuestra cultura es el audiovisual y éste apela a nuestros sentidos, a nuestra sensibilidad, emociones, sentimientos. No persigue convencer, sino seducir. No olvidemos que el Evangelio es un ramillete de gestos, signos, relatos, dichos y propuestas que tienen la pretensión de hacer llegar al corazón de sus destinatarios un acontecimiento salvador y liberador. Como hizo Pablo en el Areópago, tenemos que inventar un lenguaje, que confesando con claridad lo que creemos, no resulte anacrónico y sea iluminador y transparente.
d.- Salta a la vista las enormes posibilidades actuales del mundo simbólico juvenil y nuestro raquitismo expresivo. El aire que respiran los jóvenes está lleno de música, imágenes, baile, fiesta, gestos, sensaciones, cuentacuentos …. A la Iglesia le corresponde encontrar formas simbólicas que evoquen a Dios de manera que llegue a la interioridad y no se quede sólo en el impacto puramente estético. ¿Se está perdiendo la fecundidad y la creatividad para generar estos lenguajes? Lo que ocurre es que este tipo de lenguaje requiere, en quienes lo utilizan, mucho esfuerzo y bastante experiencia interior …..¡ quién lo iba a decir ¡
e.- Reevangelizar la vida cotidiana. Sin querer instrumentalizar la fe, hay que sostener que, en Jesús, se descubre con claridad que la experiencia de Dios tiene enormes consecuencias prácticas que afectan a toda la persona: es capaz de inspirar un estilo de vida radicalmente novedoso y una práctica solidaria eficaz.
f.- La opción por la calidad, la profundidad y la solidaridad en la forma de afrontar la experiencia de la vida frente a la dinámica de las rebajas, la superficialidad y el individualismo.
g.- La ética del Evangelio ha de entenderse como nacida de la acogida del amor de Dios y como oportunidad y estímulo para crecer y vivir más y mejor. El Evangelio no existe para reprimir las posibilidades de la existencia sino para hacer posible una vida más plena que, para sorpresa de una sociedad bastante narcisista y egocéntrica, se realiza en la entrega a los demás y en el reconocimiento agradecido de la fuente de la vida.
h.- Creando redes para compartir como miembros de una comunidad creyente. Los procesos de acompañamiento y de educación de/en la fe de los jóvenes no puede perder nunca esta perspectiva de la comunidad, verdadera fuente de la vida y de la fe.


2.- Una red abierta y provocadora
El mensaje elemental de la vida cotidiana de los jóvenes, respecto a su relación con la Iglesia y a la fe, no puede ser más elocuente: así como somos y vivimos la fe los mayores, ni les interesamos ni les sirven nuestras propuestas. Al constatar la falta de sintonía se subraya la carencia de alternativas al agotamiento de la socialización religiosa y la escasa o nula incorporación de los jóvenes a la vida eclesial, donde apenas si cuentan con espacios y responsabilidades específicas.
¿Qué hacer? No hay otro camino que (re)pensar y (re)construir con los jóvenes la fe ; lo que lleva consigo a salir de las fortalezas doctrinales o institucionales a la fragilidad de la intemperie que habitan los jóvenes .
El camino de la “educación a la fe” reclama una profunda y coherente reconstrucción (humanizadota) de la fe y pasa por salir al encuentro de los jóvenes – no simplemente esperarlos o “estar a verlos venir” -, para compartir con ellos y ellas tiempos, espacios e inquietudes.
Todo este proceso exige un cambio en la praxis y en los proyectos de trabajo pastoral con jóvenes: es necesario pasar de una pastoral “del rastreo” a una pastoral “del proyecto”.
Intuimos que una pastoral del rastreo se basa en esquemas de pruebas o ensayo a ver si resulta. El picoteo de librería para ver si hay materiales o algo sobre …., la búsqueda del capellán o del cura que se enrolla bien con los chavales, el animador/a de marcha el viernes con unos cuantos amiguetes de los grupos formativos, la peregrinación, romería o marcha atlética de solidaridad, el servicio ocasional de Navidad a los pobres, la acampada de fin de semana para conocernos, las campañas de todo tipo con tal de que entren en el calendario, misioneras, marianas, de caridad, vocacionales, de paz, de servicio ….
Otras veces el afán, no infrecuente, de crear alternativas a lo que todos hacen, pero con el mismo o parecido esquema de consumo de sensaciones o de experiencias, todas buenas. Todo ello facilita el rastreo de nuestros destinatarios en busca de algo que les valga durante esta temporada o hasta la llegada a la Universidad o el enamoramiento, que dicen algunos ….
¿Y después? Rastrear por caminos y valores, de estímulos…. Falta una trama interna que ayude a estructurar la formación personal, humana y cristiana de los destinatarios, con itinerarios que incluyan tiempos de síntesis, de asimilación, de profundización o de opción personal progresiva.
Estamos ante una pastoral, frecuente, en la que obligamos a nuestros chavales y chavalas al rastreo en su afán de probar, de tener nuevas experiencias, conocer gente o ver qué pasa, ver si resulta, si sirve para más o menos tiempo, con cierta fragmentariedad interna que condiciona la oferta para ver si enganchan.
¿Y la pastoral del proyecto? Se intuye como oferta de varios “campos desplegables”, más cerrados, integrales, que podemos llamar “itinerarios diferenciados”, donde los jóvenes pueden elegir. Se trata de que encuentren formación, socialización, experiencia religiosa, compromiso, dentro de un todo suficientemente armónico y estructurado .
¿Más exigente? ¿Más identificada? ¿Más completa? ¿Más trabajada? ¿Más coordinada? ¡Puede ser! Este itinerario exigiría sentido de proyecto: puntos de partida y metas, fases, experiencias y acciones concatenadas y debidamente secuenciadas en función de los destinatarios, sus posibilidades y expectativas.
Así podrían clicar diferentes opciones pero siempre encontrarían esquemas personalizados con un matiz de integralidad, que no integrismo. Eso supone diseñar nuestra “web pastoral” en función de su capacidad de comprensión, de sus mecanismos de motivación, de sus necesidades e intereses, poniéndoles a ellos en el centro de nuestra oferta.
¿Seremos capaces? ¿Mejor seguir en el rastreo? ¿Pasar a una pastoral del proyecto? ¡habrá que decidirse!

3.- Una red celebrativa, festiva y comprometida
Llegado a este punto es necesario hacer una referencia a la mediación eclesial como aspecto fundamental del crecimiento en la fe. La Iglesia, comunidad de creyentes, desempeña una función pedagógica para la fe. En la Iglesia, en la comunidad, la fe se alimenta, se robustece y se expresa. Nos referimos a una dimensión importante en todo itinerario de fe: la dimensión celebrativa.
Se trata de un proceso que hay que acompañar y cuidar especialmente. Una acogida gradual, progresiva y sensible a los itinerarios de fe es fundamental a la hora de integrar a los jóvenes en una comunidad. Cuando esto se produce, y el joven está en condiciones de celebrar la fe en comunidad, se puede tener cierta garantía de un proceso de educación en la fe desarrollado en su totalidad .
Ahora bien, para llevar adelante todo esto deberíamos hacer frente al ritualismo y dar paso a la creatividad. Frente a la rutina, celebrar la auténtica experiencia de Dios. Frente al anonimato, ofrecer espacios de encuentro y cercanía. Ejemplos no nos faltan, desde el gélido y casi ridículo gesto de la paz en muchas de nuestras celebraciones, hasta explosiones de creatividad espiritual y litúrgica .
Antes que deber o exigencia, la fe es celebración, fiesta, alegría por la salvación recibida, por la oferta de gracia que Dios nos hace. Por ello los cristianos debemos recuperar ese sentido celebrativo, de gratuidad, de don frente a una religión quizá demasiadas veces vivida desde la tristeza de una larga lista de exigencias y asociada otras tantas a la tristeza, al dolor y al sacrificio baldío…
Sin embargo una celebración que se quede en celebración hueca, en puro jolgorio es también una falsificación de la fe cristiana.La fe es también celebración y expresión festiva del compromiso con la construcción del Reino, con la experiencia de la presencia actuante de Dios en la historia a través de su Iglesia y su lucha por la justicia y la liberación del hombre en todos los órdenes. Es la celebración de los valores del evangelio como dadores de vida, y de vida en plenitud .
La postmodernidad nos invita también a recuperar la dimensión estética en la celebración, la importancia de la belleza, del arte, de la música como expresión y vehículo de experiencia religiosa. Esta dimensión tan viva durante muchos siglos en la Iglesia se ha visto descuidada en muchas ocasiones como reacción anti-ritualista típica de la modernidad racionalista. La belleza y el arte son elementos importantes para vivir, expresar y sentir la presencia del Dios vivo y está claro que son recursos para hacer una verdadera experiencia de fe con los jóvenes .

A modo de conclusión ……

No ha sido nuestra pretensión presentar ningún tipo de recetario para evangelizar en el universo de los jóvenes ni tan siquiera ha sido nuestra intención el ofrecer esquemas seguros e inamovibles en la pastoral con jóvenes. Desde la perplejidad y la pasión hemos querido ofertar una especie de cuaderno de bitácora en el fascinante viaje con los jóvenes para vislumbrar – aunque sea muchas veces a tientas – posibles senderos en el acompañamiento de esta generación.
La experiencia de cada cual puede completar, eliminar o simplemente actualizar día a día lo que vayamos discerniendo a la luz del Evangelio No queda más remedio que promover redes de acción educativa, pastoral, asistencial y de compromiso transformador, redes de tiempo libre …. Rompiendo la idea de que somos los mejores o los diferentes ¡Podemos formar red con tantos!.
Será necesario la capacidad de comunicación simultánea con otros educadores, pastores y con destinatarios desde claves de interacción e intercambio; en clave de igualdad y respeto verdadero.
No hay más remedio que introducir en nuestro “procesador personal o institucional” una serie de elementos nuevos de los que debemos saber extraer lo mejor . ¡Cuestión de navegar y, a veces, de ampliar el “disco duro”!
Aprender a emitir mensajes codificados por los mismos canales o en pistas paralelas, abandonando otros sistemas de conexión que han sido válidos pero desde la clave del “o-o” más que desde la del “y-y”. Aprovechar la ampliación de banda que tienen los destinatarios estimulados tantas veces desde instancias con las que tenemos que compartir sistemas de transmisión y de transporte de datos.
Tenemos, con frecuencia, muchos archivos guardados, pero hay cadenas o trozos de archivos que nos ocupan demasiado disco duro: miedos, preconceptos, afán de enjuiciar desde nuestros criterios, desconfianza, incapacidad para la adaptación ….Desfragmentando el disco podremos descubrir ese conjunto que ralentiza todo el sistema. Podremos comprimirlo, quizás enviarlo a la papelera o, al menos, reescribirlo desde otras perspectivas más compatibles con la realidad.
Es preciso trabajar en equipo, con códigos similares y con materiales compatibles, pero a la vez, con servidores abiertos al exterior donde, con sus ventajas e inconvenientes, están otros muchos focos de evangelización…. ¡Cuestión de servidores o de routers!
Y, por supuesto, estar abiertos a que el que quiera pueda entrar a “nuestras salas”, opinar, preguntar, contrastar y quizás hasta establecer un chateo privado con quien vamos acompañando en su itinerario de vida y de fe…. ¡Nos toca tener el chat abierto ¡
Desde la utopía del mensaje del Evangelio debemos apostar por la entrega y la gratuidad a los jóvenes y a cada uno de ellos, descubriendo tendencias todavía difusas, ambiguas y contradictorias, pero en las que quizá podemos ver expuestas, como en los relojes blandos que pintó Salvador Dalí (estamos en el año de su centenario), olvidos de tiempos pasados, paradojas de tiempos presentes y ….. siempre, siempre, esperanzas de tiempos futuros.
Pues eso…. ¡ a provocar, discernir, abrir caminos, proponer y entregar al Dios de Jesús!