TERESA Y MANOLO
Entonces tenemos que armarnos de grandes dosis de paciencia y de aceptación que ayudan a poner las cosas en su sitio. La cruz de Jesús es la consecuencia de aquél que amando sin límites y sin miedos, se ve repudiado, castigado, confrontado en su mansedumbre. Es la cruz no de la resignación, sino de la entrega. Por eso, Manolo y Teresa reflejan tan bien este espíritu de Cristo con la cruz a cuesta y con la esperanza iluminando su hogar y su vida.
A su lado, siempre, Teresa, su mujer; su sonrisa, su dulzura y sus ojos transmiten generosidad y ese amor que un día sellaron “en la salud y en la enfermedad……”. La casa de Manolo y Teresa es un hervidero de vida; sus hijos se han casado y el corazón se arruga cuando el abuelo acuna en sus brazos inertes a sus dos nietos, Lois y Anxo.
Pero llega la primavera con su carrito de ofertas florecidas y nuevas esperanzas. Nadie puede detenerla. Llega, y se queda, con su vestido largo de flores esmaltado y regalando perfumes originales y gratuitos. Hay primavera abundante para todos. También en casa de Manolo y Teresa; allí, cada vez que Manolo recibe la comunión, la luz se convierte en protagonista indiscutible arañándole instancias a la noche.
A limpiar las madrigueras antes de que sea tarde; no sea que naufraguemos y le echemos la culpa a la noche. Manolo y Teresa me han enseñado que el “Sol que nace de lo alto” puede reducir a garabatos las sombras ocultas de la vida. Preciosa y sencilla lección. Gracias.
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